CARTA DE UNA FEMINISTA JOVEN A UN PRESIDENTE VIEJO
Querido Señor Presidente:
A propósito de sus palabras sólo puedo pensar en el profundo
desconocimiento que tiene del trabajo que durante años ha llevado adelante el
movimiento feminista en el país. En su discurso se identifica la noción que
tiene del feminismo como pensamiento único, europeo, liberal, autorreferencial
y estático.
Las mujeres pobres, las olvidadas, las otras de las otras
del mundo, son el sentido de la lucha y la agenda por la reivindicación de
muchas organizaciones feministas en nuestro país. Recordamos todos los días y
dedicamos nuestros esfuerzos a incidir en el mejoramiento de las condiciones de
vida de la sociedad. Eso tiene que ver con el trabajo sostenido durante más de
30 años para mejorar las condiciones de salud sexual y reproductiva de las
mujeres, con desnaturalizar el modelo que establece roles y conductas entre los
géneros, para mejorar condiciones de trabajo, accesibilidad, para visibilizar
que el trabajo productivo subsiste por el trabajo invisible de miles de
mujeres*.
Porque es claro que sin la satisfacción de necesidades
básicas que se traducen en el ejercicio de derechos sociales no es posible
ejercer otros derechos. La magra representación de la mujer en la política es
consecuencia lógica de dicha exclusión, por lo que las reivindicaciones no son excluyentes
ni lineales, apuestan a cambios estructurales y complejos, en un contexto donde
vivimos todavía la emergencia de la violencia machista que nos está matando.
Abrazamos causas que, en sectores políticos de todos los
colores, todavía conservan murallas decimonónicas, infranqueables, como el
derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo o a desarrollar actividades
que desafíen las categorías fundantes de la división sexual del trabajo. Así
las posturas patriarcales provengan de sectores “progresistas” o de los
conservadores más rancios, mantienen su punto de contacto y refuerzan la
sociedad en la que vivimos. Caminamos por un sendero donde el lugar de la toma
de decisiones está repleto de corbatas y años acumulados de patriarcado que
repercuten en la vida y en los cautiverios de las mujeres, más drásticamente de
las mujeres más pobres, de eso no hay duda.
Ante la fórmula de la discriminación naturalizada, es fácil
pensar que somos las propias mujeres las que no nos acompañamos en un camino de
infortunio.
El movimiento feminista no es estático, está en movimiento y
en renovación, mujeres de todas las edades, orígenes -étnicos, sraciales,
nacionales-, orientaciones e identidades de género nos sumamos para terminar
con un modelo maniqueísta que establece reglas y conductas, que cuestiona a las
mujeres que hacen algo por terminar con la desigualdad patriarcal, olvidando
que es el machismo visible e invisible el que oprime, lastima, somete y mata
mujeres todos los días.
Toda la exclusión de la que habla, sumada a la cosificación
del cuerpo, la expropiación de bienes materiales y simbólicos, culmina
precisamente en la expulsión de las mujeres de los espacios de toma de
decisiones, tanto en el ámbito privado como en el público.
Pensar una mejor representación política tiene que ver con
evidenciar que no hay neutralidad en las palabras, ni en los actos, ni en los
procesos históricos que han culminado con la bajísima representación de mujeres
en la política.
La batalla hay que darla en todos los frentes, todos los
días, trabajando sí en las precondiciones básicas que construyen una sociedad
más justa, en la vida de mujeres de carne y hueso, pero también en las mentes
anacrónicas que dirigen el país y que no reconocen los impactos de la
desigualdad estructural y los obstáculos para llegar a romper el tan famoso
techo de cristal, que cada vez es más opaco y espinoso.
Ese machismo expansivo se comprueba en la constante visión
minimizada que esbozan algunos sectores en contra del movimiento feminista. Los
logros siempre serán eclipsados por la cultura hegemónica, la misma que habla
de un “pecado original“, de un paraíso y un infierno.
La protección de los derechos fundamentales es condición
para garantizar la democracia. Nuestras reivindicaciones se convierten en la
lucha de todas las mujeres, en abrir espacios cada vez más amplios, más
inclusivos y diversos.
Si es un tema que le preocupa, lo invito sinceramente a que
se acerque -auténticamente- al movimiento feminista que lleva años cambiando la
cabeza de las personas en pos de la igualdad. A mí me cambió la vida.
*Es por ello que hemos seguido de cerca el proceso de
construcción del sistema de cuidados, desde su espectacular lanzamiento hasta
el estrepitoso fracaso que tuvo que ver con una reducción presupuestal no justificada.
MACHISMO VS FEMINISMO
"Cuando el machismo y el feminismo se encuentran, nace el igualismo"
Los tiempos cambian y con ellos los roles que juegan hombres y mujeres. El papel de la mujer ha ido ganando lugares día tras día y con su incorporación al trabajo laboral su papel se igualó al del hombre y quizás, a día de hoy, el papel de la mujer en la sociedad es más importante que el papel masculino, pero una cosa está clara, machismo y feminismo ya no tienen sentido, porque la sociedad en la que vivimos tiende a igualar ambos papeles.
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